CARLOS, EL AMBICIOSO
El sueño ya estaba en ciernes. El empuje de los dirigentes de entonces no daba tregua a quienes debían decidir y Chile tenía, lejos, mayores posibilidades que Argentina.
Y cumplieron. Carlos Dittborn selló su compromiso en 1956 y llevó el nombre de Chile a cada rincón del corazón futbolero cuando consiguió la sede para el Mundial del '62.
A simple vista, resultaba difícil imaginar siquiera que el pulgar de la FIFA mostraría su aprobación.
Los temores tenían fundamento. No había la infraestructura necesaria ni la experiencia de haber llevado a cabo una empresa de tal magnitud.
Y el correr del tiempo tampoco los aminoraba. Unos años más tarde, el terremoto de Valdivia dejó en el suelo la garra chilena, el paisaje, los parentescos y el presupuesto nacional pese a contar con una mejor cara visible respecto de la democracia, asunto no menor toda vez que ése fue el punto que terminó por conceder la nominación por sobre los vecinos.
El presidente de la época, Jorge Alessandri Rodríguez, no cayó en la tentación de invitar a la escuadra nacional a "tomar tecito" a palacio, aunque sí llevó a cabo los saludos "de rigor". Ya Leonel Sánchez contaba con un histórico foul a su favor: aquél puñetazo enrostrado al italiano aún aparece en los memoriales del balompié.
Y Carlos….sin tener nada quiso hacerlo todo y subió a medio país en su utopía y como buen hombre que construye historia, no alcanzó a presenciar los frutos obtenidos, al más puro estilo de Moisés, al menos en la parte concreta de la existencia. En la puerta norte su nombre está grabado en el frontis de la casa de encuentros…y no ha sido consecuente con su propia historia ni figuración futbolística.
Los balances de la época tampoco dieron muchas razones para sentir el orgullo tan sólido como las posteriores atajadas del gato Osbén. Todo iba en la misma dirección: fue evaluado como un mundial amateur que no logró contagiar al mismo nivel las ganas donde las taquillas provinciales nada pudieron hacer contra el tarifario.
Sin embargo, los hombres de Fernando Riera lo dieron todo en la cancha, mojaron la camiseta y le dedicaron el top three conseguido a pura lucha a todos sus connacionales. Y de allí en adelante, el resto es historia conocida.
Ya no hay leoneles, no está Don Eladio, Jorge Toro, el Chita Cruz y, sin un Consejo de Ancianos, la escasez se nota y se siente.
Dan ganas de creer que el tercer lugar fue conquistado de puro buenos pa' la pelota. Y no. La realidad y los hechos dicen que no fue solo así. La noble mezcla se dibujó por entera en los espinazos patriotas. Fue con esa impronta que el testimonio ha ido paseando de selección en selección, de roja en roja.
¿Y qué habrá pasado en el camino? Ya el sueño y la utopía se desbordan por las gradas donde han debido ir a lucirse los noveles peloteros.
Hoy por hoy, el empuje y la garra se vistieron de fashion. Los dirigentes deben ser importados….y caritos.
Los escándalos, la trivialidad y la violencia configuran la gestalt que engatusan la esférica y de resultados ¡nada!....
Pero ahí vamos de nuevo, con patrocinadores de lujo y todo. Con toda la gallá en la calle y las bocinas listitas pa' salir a gritar y celebrar…aunque sea el más humilde e irrelevante de los empates.
Aunque Carlos no pueda ver - quién sabe si es mejor así por eso de descansar en paz y todo - el país se subió en la micro para no bajarse. Estoico, desorientado, desarraigado de los triunfos del ayer.
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La Nanita