La Cita
Aquél día se
duchó de otra manera. Bebió todo el aire de un suspiro. El agua arrastró las
lágrimas insolentes que se deslizaban
por sus mejillas. El otoño de su piel reclamaba una prisa más urgente que sus
movimientos.
Perturbada,
se vistió. Calzó sus pantalones como medias de seda antiguas. Perfumó su escote
como para un ritual. Los titantos de
su elegante figura no habían dado espacio para un encuentro tan cercano. La
extensión de su piel contaba inviernos sin manos ajenas posadas sobre ella.
Sus pechos erguidos…el
reloj avanzaba y su nevada cabellera jugueteaba con la promesa. Ni una sola
caricia le había sido dada para afrontar el cruel frío capitalino. Esa tarde la
recorrerían, le estrujarían el pudor a manos llenas. Se miró al espejo y sonrió
coquetamente, como en su juventud.
Mientras lo
esperaba, robó una flor. Con manos temblorosas la enredó en su melena. Estaba
lista, preparada, fragante. Finalmente su cuerpo sentiría aquel contacto
olvidado.
Al llegar,
la cita retumbó en su corporalidad como noche de bodas.
-
Señora,
la interrumpió el muchacho. Su turno para la mamografía.
(La Nanita)
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