viernes, 25 de mayo de 2012

La Cita


La Cita

Aquél día se duchó de otra manera. Bebió todo el aire de un suspiro. El agua arrastró las lágrimas insolentes que  se deslizaban por sus mejillas. El otoño de su piel reclamaba una prisa más urgente que sus movimientos.
Perturbada, se vistió. Calzó sus pantalones como medias de seda antiguas. Perfumó su escote como para un ritual. Los titantos de su elegante figura no habían dado espacio para un encuentro tan cercano. La extensión de su piel contaba inviernos sin manos ajenas posadas sobre ella.
Sus pechos erguidos…el reloj avanzaba y su nevada cabellera jugueteaba con la promesa. Ni una sola caricia le había sido dada para afrontar el cruel frío capitalino. Esa tarde la recorrerían, le estrujarían el pudor a manos llenas. Se miró al espejo y sonrió coquetamente, como en su juventud.
Mientras lo esperaba, robó una flor. Con manos temblorosas la enredó en su melena. Estaba lista, preparada, fragante. Finalmente su cuerpo sentiría aquel contacto olvidado.
Al llegar, la cita retumbó en su corporalidad como noche de bodas.
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           Señora, la interrumpió el muchacho. Su turno para la mamografía. 
    (La Nanita)



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