miércoles, 31 de octubre de 2007

EL PUÑO OLVIDADO DE MANUEL

¿Qué habría sido de ti, Manuel de la esperanza, si hubieses recorrido los albores del segundo milenio bajo el cielo capitalino?

Te imagino divagando a media noche por el borde del Mapocho, cabizbajo y ausente, sin entender qué pasó en el camino.

De verdad se me caería la cara de vergüenza y no terminaría de explicártelo. Las rutas por donde pasaste empuñando tus sueños, las ocupan hoy los que importan menos.

No creas que todo el mundo se cruza de brazos. Hay quienes ostentan con su sensibilidad y "hacen como si" les importara y llenan de aire -muy contaminado, no te habría gustado te lo aseguro - sus emplumados pulmones y aparecen en la foto: algunos cortando cintas y los otros reclamando por las cintas, por el corte, por el de la foto.

Tendrías que esperar mucho tiempo por respuestas de cualquier índole y tu guerrilla por hacer de éste un país libre, grande y soberano, se habría marchitado en más de algún escritorio.

Así vivimos en el Chile de hoy. A tropezones por un rinconcito del camino a la felicidad. Con tantas conversaciones pendientes, con tantas risas pendientes. Mientras, los anteriormente mencionados, siguen sin mover los ojos de sus ombligos ni las manos de sus barbas pues quién, sino ellos, las pueden mecer con la insultante tranquilidad exhibida.

Cada cierto tiempo, pasan cosas que hace que escuchemos un poquito más al otro. Rara vez eso sí. Nos damos permiso para creer que eso de la dignidad era cierto y que "lo podemos lograr". A la vuelta de la esquina que, como podrás suponer ahora son bastantes más (tal como tú querías que fuera) se enredan el paisaje y las intenciones. Seguimos siendo buenos para la tertulia, no te creas, demasiado buenos me atrevería a decir, pero nos quedamos sólo allí. Aunque los más "cabritos" vienen más vitales y más verdaderos aunque igual de alienados. ¡Qué más se les podría pedir!

Como podrás darte cuenta, costaría mucho mirarte a los ojos. Te mentiría si te dijera que no me gustaría tenerte enfrente y poder rescatar tu "tan adentro", tan conmovedor. No sería malo recordarte más a menudo. Quizás descubriríamos cómo es eso de "creerse el cuento". Un abrazo a tu libertaria piel, a tu espíritu indomable, a tu inigualable aunque traicionada inteligencia.


La Nanita

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